A salvo por el sol y un pueblo solidario, por Omar Alfonso.

Mucho antes de que María Medina Mejías se sometiera a terapias diarias de diálisis, de que acudiera a un quirófano para una cirugía de “corazón abierto” y de que hiciera malabares para que los $410 mensuales del PAN le rindieran “hasta el próximo depósito”, pocas cosas le perturbaban.

Muchas menos le quitaban el aliento.

Vivía a plenitud en la casita de concreto, madera y zinc que su esposo e inseparable compañero, Marcos Plaza Rosas, construyó para ella y los dos hijos fruto de su unión.

A plenitud, porque allá, en la cúspide de la comunidad Ballajá, en el barrio Saltillo de Adjuntas, raro es que florezcan las tribulaciones de la vida citadina, se perciba el ruido de las opiniones ajenas o se respire el rancio aroma del egoísmo y la apatía.

Allá, junto a los suyos, casi tenía todo lo que su alma y cuerpo necesitaban, hasta que por la ventana del 20 de septiembre entró un vendaval que no esperaba; no con la fuerza ni tempestad de la otra María, el huracán.

Milagrosamente, su casita sobrevivió. Como si la protegiera algo sobrenatural.

Lo que no resistió fue el espejismo de la “sólida” infraestructura eléctrica de su comunidad. La misma de la que dependía para encender el equipo de diálisis portátil que a toda hora le acompaña en su dormitorio.

Durante las primeras noches, ella y Marcos pensaron que era mejor olvidarse: que en cuestión de días todo regresaría a la rutina. Pero desde entonces, lo único que se ha vuelto rutina es la incertidumbre y la precariedad.

Una fragilidad que no deja de pasar factura a su salud y que, ahora sí, a María le quita el aliento.

Sin electricidad para su tratamiento, desde hace dos meses depende de una infusión de sueros cada dos horas o un viaje de 40 minutos hasta el Centro de Diálisis más cercano, el de la urbanización Punto Oro en Ponce.

“Eso cuando tengo carro”, aclaró su esposo. “Cuando no, tengo que ir a la Casa Alcaldía a ver si me asignan la guagua del municipio, como hace dos semanas atrás. Tengo que bajarla hasta allá a pie o a pon”, continuó.

Por desgracia, María admite que el método de sueros no es tan efectivo como la diálisis del centro o su equipo eléctrico y, por consecuencia, a diario se ahoga en fatiga y debilitamiento. “Mi cuerpo entonces no libera las toxinas que tiene que liberar”, recalca.

A salvo por el sol

Esta realidad, por fortuna, cambiará antes de que el agobio y desaliento tapien sus esperanzas.

Tan pronto como esta semana, solidaridad, sol y tecnología conspirarán para que María retome sus terapias en el hogar y vuelva a ser la de siempre, la más dichosa madre y esposa del campo.

El milagro ocurrirá gracias a la generosidad de decenas de puertorriqueños en la diáspora, profesionales del patio y la visión de Casa Pueblo, institución comunitaria adjunteña que en el año 1999 se liberó del capitalismo energético y optó por la autosuficiencia, mediante paneles solares y energía fotovoltaica.

Precisamente, poniendo en práctica todo lo aprendido durante estos 18 años, Casa Pueblo y su red de amigos proveerán a María y otras nueve familias un novel “generador eléctrico” que, en vez de diesel, gasolina o gas, se alimentará con los rayos del sol.

Al final, este equipo modular y compacto será capaz de generar hasta cinco kilovatios con la ayuda de seis paneles solares, justo lo necesario para que María y Marcos no tengan por qué preocuparse.

Como adelantó Arturo Massol Deyá, director asociado de Casa Pueblo, esta y otra versión más reducida se instalará en diez viviendas “con todos los códigos de seguridad” y se entregarán “con una neverita pequeña, un radio, tres lámparas LED y dos baterías con su controlador de carga, para almacenar energía que pueda utilizarse, por ejemplo, de noche”.

Una agenda colectiva

“Todo esto es parte de una iniciativa que llamamos 50conSol, con la que queremos mover la agenda energética del país a una donde la gente sea menos vulnerable a estos colapsos del sistema”, explicó.

“Si tú puedes generar el 50 por ciento de tu demanda energética en tu casa”, continuó, “ya tienes una cantidad suficiente para mantener segura tu refrigeración de alimentos y medicinas, y una iluminación básica”.

“La intención es que podamos aspirar a generar 50 por ciento de la electricidad del país con el combustible más accesible que es el fotovoltaico, y si generamos 50conSol no necesitamos a AES o Palo Seco”, subrayó.

Entre las familias que esta semana se beneficiarán con los nuevos generadores solares resaltan vecinos que dependen de equipo respiratorio para tratamientos contra el asma y apnea del sueño, al igual que de equipo eléctrico para personas encamadas.

“En el resto de las casas de la comunidad El Hoyo (Ballajá) donde viven 31 familias, van a recibir lámparas solares adicionales a las que tienen, además de filtros de agua”, agregó Massol Deyá.

La inversión inicial para esta etapa, apuntó, ronda los $18 mil: cantidad que se obtuvo con donaciones, inversión de Casa Pueblo y trabajo voluntario.

“Hay una combinación. Fondos que son de Casa Pueblo, donaciones del movimiento Voices for Puerto Rico, del Sierra Club de Estados Unidos y hasta neveritas enviadas desde Nueva York por el amigo David Galarza”, continuó Massol Deyá. “Ha sido un gran desafío, porque no es como ir a un solo lugar, conseguir todas las piezas y configurarlo”.

“No ha sido nada fácil”, insistió, “pero con la ayuda de todos lo estamos logrando”.

Más en el tintero

Ese entusiasmo además propicia que la agenda comunitaria de Casa Pueblo se redirija en el 2018 a ambiciosos proyectos de generación eléctrica, en los que el ahorro sea para la gente.

Por eso, “la semana que viene recibimos a profesores del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad de Michigan, y con ellos vamos a trabajar el concepto de una microred en Adjuntas”, sostuvo Massol Deyá.

“También vamos a trabajar con casas, con refrigeración normal, queremos trabajar con los colmados que están en las zonas más distantes del pueblo, que son los lugares donde mucha gente se abastece. Pero esos colmados están sin luz, asfixiados, con unos costos de operación tremendos”.

“¿Será que podamos energizar al menos una nevera y un servicio básico para que signifique una economía para ese negocio y a la vez mantenga su servicio y actividad económica? Esos son los retos y esos son los proyectos”, adelantó.

Por eso, en las reuniones ejecutivas y comunitarias de Casa Pueblo ya se habla de impactar positivamente a más 100 residencias y varios negocios al final del año 2018 “y este es el primer paso”, aseguró el tercero de los cuatro hijos de Alexis Massol y Tinti Deyá.

En lo que eso sucede, al menos María y Marcos ya tienen algo claro. El mismo sol que el pasado 21 de septiembre los despertó a una nueva realidad, será el que también los salvará de una irreversible fatalidad.

Por Omar Alfonso

FUENTE: http://www.periodicolaperla.com/salvo-sol-pueblo-solidario/

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